Nacido en la provincia de Jiangsu durante la dinastía Qing, Dong Jiaozeng era muy pobre.
Un año, sin dinero en los bolsillos, caminó solo a la capital para asistir a los exámenes oficiales. En el camino, se encontró con un barco que se dirigía a la capital.
En ese momento, el clima era tan caluroso y húmedo que Dong pidió ser llevado a Beijing. Los invitados a bordo estuvieron de acuerdo.
Durante el viaje, Dong estaba estudiando mientras estaba sentado ante al timón. Había dos jóvenes ricos en un camarote bebiendo y cantando.
Al escuchar a alguien leer afuera, se sintieron inquietos e incómodos y salieron preguntando: «¿Quién eres tú?» Dong respondió que iba a la capital para los exámenes.
Los dos jóvenes se burlaron de él, diciendo que era demasiado pobre para buscar la fama. Otras personas cercanas se unieron a ellos para humillar a Dong.
Dong se sintió tan molesto que abandonó la nave. Caminó cientos de kilómetros a pie antes de poder conseguir transporte a la capital.
En el examen, Dong obtuvo la segunda nota oficial más alta.
Después de una serie de cambios de posición y ascensos, se convirtió en el Representante de la Administración Central de la Provincia de Sichuan.

Uno de los jóvenes ricos que lo humillaron en el barco era también funcionario en Sichuan.
Cuando supo que Dong había sido ascendido y que iba a ocupar un puesto en Sichuan, se sintió muy incómodo y decidió dimitir.
Cuando Dong se enteró de este asunto, invitó al joven a que se reuniera con él y le consoló amablemente, diciendo:
«Han Xin podía dejar ir esa gran humillación; comparativamente, la mía es pequeña. Lo que pasó, pasó. Por favor, no se preocupe más por eso. He dejado ir el asunto».
Dong perdonó a otros y pensó bien de la gente. Todos lo respetaban mucho.
Confucio una vez enseñó que si se ignora un mal pasado, entonces habrá muy poco resentimiento.
La gente a menudo dice que cuando se encuentran con tribulaciones, deben perdonar y entonces todo estará bien; lo que es una buena manera de evitar el odio y el resentimiento.
Traducido del chino por Jean Chen