Había una vez, un joven príncipe quién le preguntó a su maestro, un renombrado monje: «¿Qué me reserva el futuro?» El maestro respondió: «Encontrarás tres puertas en tu viaje de la vida. En cada puerta, verás algunas palabras. Cuando los leas, lo entenderás. Te estaré esperando después de pasar por la tercera puerta.
Cambiar uno mismo es mejor que cambiar a otros
Poco después, el príncipe abandonó su mansión placentera para viajar al mundo. Cuando se encontró con la primera puerta, vio las palabras «Cambiar el mundo» inscrito en ella, y pensó «Empezaré a cambiar el mundo como crea conveniente«.
«Empezaré por deshacerme de todo lo que no me gusta»
Unos años más tarde, el príncipe se encontró con la segunda puerta, que decía: «Cambia a otra persona«. El príncipe pensó: «Voy a empezar a inculcar pensamientos rectos en la gente, para que puedan mejorar su carácter». Varios años más tarde, se encontró con la tercera puerta, que decía: «Cámbia«. El príncipe entonces se dio cuenta: «Es hora de que mejore mi propio carácter».
Más tarde, el príncipe vio a su maestro y le dijo:
«Después de caminar por estas tres puertas, ahora sé que es mejor cambiar a la gente en este mundo en vez de cambiar el mundo, y es mejor cambiarme en lugar de cambiar a otros».
– El maestro sonrió y dijo: «Quizá deberías volver a caminar por estas tres puertas».
Aceptar el mundo y luego abrazarlo
Entonces, el príncipe comenzó a hacer su camino de regreso. Días después, vio la tercera puerta, pero parecía diferente de la de antes. Leía: «Aceptar». El príncipe comprendió de repente por qué se había sentido despreciado cada vez que no podía hacer cambios positivos en su carácter. Era porque se había negado a reconocer y aceptar sus propias deficiencias.
Siempre se había centrado en lo que no podía hacer, con lo que dejaba de lado sus muchas fortalezas. El príncipe decidió entonces en ese momento aprender apreciarse y aceptarse a sí mismo.
Cuando llegó a la segunda puerta, esta decía: «Acepta a otros«, entendió por qué siempre había tenido tanto resentimiento y agravio hacia los demás. Era porque se había negado a aceptar las diferencias entre él y los demás, haciéndolo incapaz de comprender las dificultades que las personas comunes enfrentan en sus vidas. Así, comenzó el aprender a tolerar a otros.
Unos días más tarde, el príncipe llegó a la primera puerta, que decía: «Acepta el mundo«. Entonces se dio cuenta de que había fallado en cambiar al mundo porque se había negado admitir que algunas cosas de la vida simplemente no pueden ser cambiadas.
También se dio cuenta de que imponer su voluntad sobre la gente y no ver sus puntos fuertes fue la razón por la que siempre había tenido tanta resistencia de los demás. Por lo tanto, decidió practicar el abrir su corazón al mundo y abrazarlo. En ese momento, su maestro apareció y le dijo:
«Ahora comprendes el significado de la armonía y la tranquilidad»
Traducido por Yi Ming.