Resucitar plantas antiguas, una inmersión en la paleobotánica

Por Viena Abdon

Los científicos estudian constantemente las plantas con la esperanza de cultivar alguna con rasgos únicos, como por ejemplo, tener resistencia a la sequía. Así también algunos científicos están incursionando en la paleobotánica y estudian plantas antiguas con la esperanza de descubrir algo nuevo.

La Tierra tiene unas 450.000 especies vegetales, y la evolución de las plantas en la Tierra está estrechamente interrelacionada y es perjudicial para su desarrollo.

Las plantas hoy en día se convirtieron en alimento, refugio, ropa, medicina y combustible para sostener la Tierra y a sus habitantes.

¿Qué es la paleobotánica?

El estudio científico de las plantas prehistóricas, conocido como paleobotánica, utiliza especímenes fósiles vegetales conservados en rocas sedimentarias.

Los datos paleobotánicos se utilizan para reconstruir la evolución de las especies vegetales en relación con el tiempo y el espacio.

En general, la paleobotánica es crucial para estudiar y reconstruir la ecología y los climas prehistóricos (paleoecología y paleoclimatología, respectivamente).

La historia evolutiva de la Tierra puede revelarse a través de su vida vegetal fosilizada. Los científicos pueden conocer detalles vitales sobre especies extinguidas estudiando plantas antiguas.

Además, el conocimiento de las plantas prehistóricas aporta nueva información sobre los animales que las consumían.

La resurrección de antiguas semillas

La paleobotánica existe desde el siglo XIX y se basa únicamente en fósiles vegetales. Pero la paleobotánica tiene también un alto grado de integración multidisciplinar. Diferentes campos, como la geoquímica y la biomecánica, pueden desempeñar un papel integral a la hora de abordar y percibir el análisis de plantas y ecosistemas fósiles.

Por ello, en los últimos años los científicos han explorado la resurrección de semillas antiguas para estudiarlas. Una de las semillas antiguas más notables es el árbol de Matusalén.

El árbol de Matusalén surgió de una semilla de palmera datilera de 2.000 años de antigüedad descubierta en Masada, una fortaleza israelí situada junto a un acantilado.

La Dra. Sarah Sallon y la Dra. Elaine Solowey, del Instituto Arava, iniciaron el experimento en 2005, y en 2008, el árbol medía más de 1,2 metros. El árbol sigue dando frutos, y el Instituto Arava plantó otras seis semillas.

El árbol es un dátil de Judea (Phoenix dactylifera L.) que se ha extinguido en Israel. Pero Sallon y Solowey esperan que, recuperando la planta, puedan examinar sus aplicaciones terapéuticas.

El personal del Instituto Arava cosechó dátiles de las antiguas palmeras datileras de Judea. La Dra. Elaine Solowey devolvió la vida a este árbol extinguido. (Imagen: a través del Instituto Arava)

Revivir la S. stenophylla

Comparativamente, la Dra. Svetlana Yashina y sus colegas del Instituto de Biofísica Celular de la Academia de Ciencias de Rissian realizaron los mismos experimentos que Sallon y Solowey.

Yashina y sus colegas descubrieron unas semillas de 32.000 años de antigüedad y cultivaron una planta viva a partir de ellas.

En 2007, investigadores rusos se encontraban investigando antiguos túneles de ardillas cuando hicieron este intrigante hallazgo.

Yashina y sus colegas extrajeron las semillas prehistóricas de 125 pies bajo la superficie del permafrost siberiano. Gracias a los métodos de excavación de las ardillas, la fruta y las semillas estaban bien protegidas de la intemperie.

Fue interesante observar lo sorprendentemente parecidas que eran estas plantas prehistóricas a las especies que aún se encuentran en Siberia.

Según los investigadores, la S. stenophylla daba flores y era fructífera. Al cabo de cinco años, los científicos pudieron por fin cultivar la semilla de 32.000 años de antigüedad extrayendo tejido de frutos inmaduros.

En 2020, científicos austriacos dieron un paso más y examinaron el ADN de estas plantas ancestrales. Para entender cómo se las arreglaban para vivir, los investigadores intentaron cartografiar los genomas de las plantas y secuenciar su ADN.

Los investigadores buscaban específicamente adaptaciones a situaciones extremadamente cálidas, secas o húmedas que pudieran aportar información sobre cómo otras plantas podrían defenderse del cambio climático.

Como parte de sus estudios de paleobotánica, la Dra. Svetlana Yashina observa sus plantas revitalizadas en cultivo de tejidos. (Imagen: vía Academia Rusa de las Ciencias)

¿Por qué es importante revivir una semilla prehistórica?

Aparte de la esperanza de tener cultivos resistentes al clima, encontrar y cultivar semillas antiguas es tanto una curiosidad como una oportunidad de enseñanza.

La paleobotánica puede determinar qué adaptaciones hicieron las plantas que les permitieron sobrevivir durante tanto tiempo examinando su ADN.

La investigación sobre estas semillas puede dar lugar a nuevos métodos de conservación y modificación de las plantas que los agricultores podrían aplicar a los cultivos actuales. Estos descubrimientos podrían aumentar la seguridad y la capacidad de supervivencia de nuestros cultivos alimentarios.

Los gobiernos también podrían utilizarla en bancos de semillas, donde se conserva gran parte de la flora mundial. Además, los científicos pueden redescubrir genes que pueden haberse extinguido en los tipos actuales.

Mirar al pasado por medio de semillas

Los seres humanos todavía tienen que aprender más sobre el planeta al que llaman hogar.

Aunque avanzar es el único camino, mirar al pasado puede ayudarnos a pavimentar mejor el camino.

Utilizar la paleobotánica y las semillas antiguas puede evitar errores en el futuro y orientar mejor a la sociedad.

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