Reseña del libro «Tigre Blanco»

Por  Kan Zhong Guo staff

Todo comenzó con un sueño

Yang y Gladys en su casamiento, Febrero 1941 Foto: Camden New Journal

Una joven mujer vio un tigre blanco saltando en su regazo. Fue tanto favorable como desafortunado – su hijo, dijo el adivino, crecería sin hermanos y la salud de su padre sería muy delicada cuando este naciera. Ese hijo, sin embargo, tendría una carrera distinguida después de atravesar muchas desgracias y peligros. El sueño fue profético. El niño fue el único hijo varón y su padre murió por una enfermedad cuando solo tenía cinco años. Creció en tiempos de guerra, y durante un intenso periodo de agitación política en China, atravesó muchos problemas pero tuvo una distinguida carrera . Él fue Yang Xianyi, célebre académico, traductor e intérprete tanto de literatura china como occidental. Estas maravillosas memorias de Yang Xianyi brindan un sincero y entretenido relato de él, como un joven travieso y desenfadado inmerso en el aprendizaje de la cultura europea, antigua y moderna, cuando estudiaba en Oxford en los años 30. Pero también es el revelador autorretrato de un intelectual muy patriota viviendo en una China en pleno cambio, dando una singular visión de la supervivencia de un individuo valiente, agudo y con principios, durante el duro siglo de la liberación china.

Durante medio siglo, Yang, y su mujer inglesa Gladys (de soltera Tayler), trabajaron en la traducción de más de 60, de los más importantes trabajos de China al inglés, a veces al ritmo de una novela a la semana.

Para aquellos en Occidente que se esforzaban por estudiar literatura china en los 50 y 60, [Yang] y Gladys eran leyendas vivas”, remarca el sinólogo John Minford en el prólogo a la autobiografía de Yang, “Tigre Blanco”, publicada en el 2000.

Ser un intelectual en la China del siglo XX era una ocupación de riesgo y Yang fue uno de los pocos que se las arregló para mantener ambos; sus principios y su buen humor a través de años de sufrimiento.

Haciendo una declaración después de los sucesos de la Plaza Tiananmen en 1989, Yang dijo con ironía pero mordazmente: “No ejecutaremos a estos fascistas. Sólo queremos que renuncien”.

Durante las campañas de los años 80 contra la “contaminación espiritual” el franco traductor comentaba sarcásticamente por teléfono, el cual sabía que estaba intervenido: “¿A dónde podemos ir a contaminarnos esta noche?”

Yang Xianyi nació el 10 de enero de 1915 en una China que llevaba a cabo su transición desde la era feudal de la Dinastía Qing hacia la modernidad. Su abuelo había sido  gobernador provincial y su padre funcionario en el Banco de China en Tianjin, ambos habían amasado una fortuna en parte por sus tratos con los caudillos del norte de China.

En ese tiempo estaba en boga la cosmopolita educación extranjera y Yang como era de esperar fue enviado a un colegio misionero británico, la Escuela Anglo-China de Tianjin, donde la mayoría de sus clases se enseñaban en inglés.

Sintiéndose patriótico, sin embargo, el precoz Yang se resistió a adoptar un nombre extranjero. “Cuando mi antiguo profesor misionero dijo que si quería estudiar en inglés debía adoptar un nombre inglés, contesté: “En ese caso, seré Julián, por Julián el Apóstata”, escribió en Tigre Blanco.

Más tarde confesó que su profesor probablemente no tenía idea de que se estaba refiriendo al emperador romano del siglo IV que abogaba por volver al paganismo.

En apoyo a los estudiantes chinos que sufrieron disparos de la policía británica en Shanghai durante unas protestas en 1925, se convirtió en el cabecilla de un boicot en su escuela contra los profesores ingleses; y cuando los japoneses empezaron su invasión al norte de China, Yang pagó con dinero de su bolsillo a un soldado retirado para que le instruyera a él y a algunos de sus amigos en las artes marciales en el patio de la escuela.

Mientras tanto, devoraba libros al ritmo de a “uno o dos por día”. Frustrado por no poder encontrar un tutor de griego antiguo en Tianjin, decidió viajar a Inglaterra. Comenzó sus estudios en los Clásicos en el Merton College, Oxford, en 1936.

Sus días de estudiante fueron típicos. Yang bateo en el Cherwell, bebía copiosamente en la taberna Trout y comía curri en el Taj Mahal. “Casi no hicimos ningún trabajo”, admitió, termino con un -grado de clase- cuarto “un grado bastante peculiar”.

Fue en la universidad, donde conoció a su futura mujer Gladys, la hija de un misionero que casualmente había enseñado en su escuela en Tianjin. Fue la primera estudiante universitaria que estudiaba chino en Oxford.

Yang también completó su primera gran traducción de un largo poema chino, Li Sao, poniéndolo en heroicas coplas satíricas. David Hawkes, sinólogo, dijo en broma que la traducción de Yang “Tenía tanto parecido con el original como un huevo de pascua de chocolate con una tortilla”.

A pesar de la oposición de los padres de su mujer, que conocían las dificultades que China estaba enfrentando, la pareja decidió regresar a vivir a Chongqing en 1940. Para entonces, la riqueza de la familia de Yang se había erosionado debido a los varios años de guerra y ocupación japonesa. Él también estaba sin un céntimo tras años de vida extravagante. Para salir adelante, vendió su colección de libros.

La pareja trabajó como traductores para el gobierno nacionalista, pero Yang fue rápidamente atraído por la retórica de cambio, del Partido Comunista. Cuando Chiang Kai-Shek se retiró a Taiwán en 1949, les ofrecieron asientos en un vuelo, pero lo rechazaron educadamente, ignorando las advertencias de que los intelectuales serían perseguidos por Mao Tse-tung.

Para 1952, se habían unido a la Editorial de Lenguas Extranjeras en Beijing, encargada de traducir los clásicos chinos al inglés. Su producción incluía el trabajo de Lu Xun, “Sueño de las Mansiones Rojas”, y la novela de la Dinastía Qing “Los Eruditos”. Sin embargo, también se los puso a trabajar en un rango de propaganda.

Yang se dio cuenta rápidamente de que “No todas mis ideas coincidían con la línea comunista”. Una serie de libros que escribió sobre las revueltas de los campesinos a lo largo de la historia de china fueron rechazados porque “Los editores pensaron que no había retratado a los campesinos de una forma lo suficientemente heroica”.

Aún así, como uno de los traductores literarios más distinguidos de China, tuvo tres audiencias con Mao, la primera fue un par de años después de llegar a Beijing. En su libro, él recuerda las manos sudorosas de Mao y el escepticismo del líder de que la literatura china pudiera ser adecuadamente traducida al inglés.

A medida que China descendía a la locura de la Revolución Cultural, los Yang, quienes durante años habían celebrado reuniones literarias en su casa en Beijing, desaparecieron. Encarcelados como enemigos de clase en 1964, la pareja pasó siete años separados en diferentes celdas.

Mientras tanto, su hijo y sus dos hijas fueron enviados a regiones remotas para trabajar en fábricas o granjas. Su hijo nunca se recuperó, se enfermó mentalmente y finalmente se suicido en Inglaterra en 1979.

El mismo Yang dijo que empezó a imaginar que había enemigos escondidos en la habitación. “Gladys pensó que me había vuelto loco de atar. En realidad, en ese momento, estaba camino a la locura”.

 Tras su liberación, retomaron los hilos de su vida pasada y abrieron su casa una vez más a los académicos y escritores, al igual que para una nueva generación de autores chinos. Después de los sucesos de la Plaza Tiananmen, Yang habló otra vez, denunciando a la vieja guardia del Partido como: Peores que los invasores japoneses. En esta ocasión, sin embargo, los líderes lo dejaron tranquilo.

Gladys murió en 1999 y Yang Xianyi, quien murió el 23 de noviembre de 2009, ha sido revivido por sus dos hijas.

Fuente: Telegraph.co.uk

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