¿Puede uno cambiar su destino?

Por Natashe Yang

El «Libro de los Cambios» afirma:

«Debes acercarte a la fortuna y evitar los desastres«.  Si todo está predestinado, ¿Cómo puede uno acercarse a lo bueno y evitar lo malo?

Yuan Liaofan nació durante la dinastía Ming, hacia 1550, en la provincia de Jiangsu, en el Condado de Wujiang. Liaofan provenía de una familia pobre, así que quería estudiar medicina para ganarse la vida y mejorar.

Un día se encontró con un hábil adivino quien le dijo que iba aprobar tres exámenes de bajo nivel el año siguiente, que sería un funcionario de menor importancia durante tres años, sin hijos y moriría de muerte natural a la edad de 53 años.

Al año siguiente, efectivamente, aprobó tres exámenes pequeños y 20 años después, todo lo que el adivino había dicho se había hecho realidad. Eso convenció a Liaofan de que el destino de una persona está predeterminado y no se puede cambiar.

Pero un día, Liaofan conoció a un budista Zen de alto nivel, quien le dijo:

– «Usted es notable. Normalmente la gente común tiene muchas distracciones en su mente, pero usted ha meditado durante tres días sin ningún tipo de distracción«.

Entonces, Liaofan le contó al monje budista lo que el adivino le había dicho muchos años atrás. El monje Zen le dijo sonriendo:

– «Yo lo había confundido con un héroe, pero usted es una persona común«.

Le dijo que el destino sólo puede limitar a la gente común, pero no a la gente que hace grandes hazañas o comete maldades en extremo. El monje Zen le explicó a Liaofan el principio de causa y efecto, del karma (yeli) bueno y malo y el principio de:

– «Poder crear uno su propio destino y fortuna«.

Por lo tanto, Liaofan decidió que podía cambiar el rumbo de su vida, después de todo. Se arrodillo delante de un Buda y se arrepintió de sus errores. Él se comprometió hacer 3,000 actos de bondad y registró sus obras todos los días y corrigió sus errores uno por uno.

Después de aproximadamente dos años, había avanzado y había cambiado lo que el adivino le predijo. Al cabo de 10 años, completó las 3,000 obras buenas. Para entonces ya había progresado mucho en su profesión.

En ese momento, reconoció los beneficios de hacer obras buenas, por lo que se comprometió hacer otros 3,000 actos de bondad con la esperanza de tener un hijo. Poco después, tuvo un hijo, a quien llamó Tian Yuan-Chi. Liaofan decidió entonces leer las Escrituras de Buda todos los días y siguió haciendo buenas obras.

Murió a la edad de 74 años. A los 69 años, escribió cuatro lecciones para enseñar a su hijo y explicó que, aunque el destino de uno está predestinado, este se puede cambiar haciendo obras buenas.

El filósofo Jacques Mono dijo:

«En el espacio infinito del universo, nadie tiene la obligación de proveerle a la humanidad su destino. La humanidad debe tomar una decisión eligiendo el cielo por encima o el infierno por debajo«.

Esta declaración es sólo  correcta parcialmente. Los seres humanos pueden elegir cómo vivir su vida presente, pero el destino de esta vida resulta de las acciones de muchas vidas pasadas.

Los seres humanos están confinados a su destino, a menos que hagan grandes obras buenas o que cometan maldades en extremo, los cuales cambiarán sus patrones predeterminados.

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