Por Emma Lu
La vida es difícil… Esta declaración se escuchó muchas veces a lo largo de muchas generaciones. Si tienes el corazón para participar en el trabajo duro y el coraje para buscar nuevas oportunidades creativas, la vida puede llegar a ser muy diferente e incluso convertirse en próspera.
Tal es la historia de Levis Strauss y Jacob Davis.
Cambiar tu fortuna buscando nuevas oportunidades
Levi Strauss nació en una familia numerosa en Baviera, Alemania, en 1829. Strauss perdió a su padre cuando tenía alrededor de 16 años. Emigró a los Estados Unidos en 1847 y se unió a sus dos hermanos mayores que habían establecido un negocio mayorista en la ciudad de Nueva York.
En 1848, el descubrimiento de oro en California atrajo a muchos buscadores de oro que se adentraron a estas áreas mineras.
Strauss llegó a San Francisco en 1853 trayendo bienes del negocio que sus hermanos poseían en Nueva York para venderlos a los mineros. Estableció su propio negocio mayorista y se desempeñó como representante de la costa oeste de la firma familiar de Nueva York.
Por su parte Jacob Davis nació en 1831 en Riga, Letonia, donde se formó y trabajó como sastre. Emigró a los Estados Unidos en 1854 y abrió una sastrería en Nueva York. Después, se reubicó varias veces. Davis se mudó a Reno, Nevada, en 1868.
Luego, en 1869, abrió una sastrería para hacer tiendas de campaña, mantas para caballos y cubiertas para carros. Utilizó tela de algodón de alta resistencia «pato» y algodón «denim» para estos productos, que fueron comprados a Levi Strauss & Company.
En enero de 1871, uno de sus clientes, la esposa de un carpintero local, ordenó un par de pantalones para su esposo. Pidió que los pantalones se hicieran lo más fuertes posible. Jacob abrochó los bolsillos de los pantalones con remaches de cobre para que no se rompieran.
Estos pantalones de alta resistencia se hicieron muy populares entre la clase trabajadora y durante los siguientes 18 meses, Jacob recibió 200 pedidos de estos pantalones. Jacob temía que alguien le robara el diseño de sus pantalones, por lo que decidió patentarlos. No tenía el dinero necesario para pagar la patente, por lo que en 1872, Davis escribió a Strauss para pedirle que pagara la tarifa para que pudiera obtener una patente para su diseño único.
Al año siguiente, el 20 de mayo de 1873, se concedió la patente estadounidense número 139121 a nombre de Jacob W. Davis y Levi Strauss and Company. Esta fecha fue considerada el «cumpleaños» oficial de los blue jeans.
Después de eso, Jacob Davis fue nombrado gerente de producción en la tienda de Levi Strauss & Company.
Lo más característico que Davis usó en sus pantalones de mezclilla fue la doble costura de hilo naranja para distinguirlos de los realizados por sus competidores. La demanda continuó creciendo, por lo que Strauss decidió hacer una planta de fabricación que Davis administró para él. Davis trabajó allí hasta el final de su vida supervisando la producción. Murió en San Francisco en 1908.
Con el agudo sentido que solo tiene un hombre de negocios, Strauss creyó en la demanda de estos pantalones. Hoy en día se conocen como blue jeans. Al principio, se hicieron con un lienzo pesado, y luego la compañía cambió a una tela de mezclilla, que se tiñó de azul para ocultar cualquier mancha.
Strauss más tarde comenzó su propia fábrica haciendo estos jeans resistentes y duraderos. Strauss se hizo millonario.
Aprende a mirarte a tí mismo para cambiar una mala situación
Esta historia, es la de la abuela Hengzi, quien se casó con un otorrinolaringólogo a la edad de 27 años. En ese entonces un amigo le presentó a su futuro esposo y afirmó que era «muy amable».
Fue solo después del matrimonio que la abuela Hengzi descubrió que había sido «engañada». El carácter de su marido era diferente al que ella había conocido. Él era concienzudo cuando estaba en el trabajo, pero le gustaba beber después de realizarlo. Independientemente de los gastos diarios de la familia, gastaba su salario en entretener a los invitados para cenar y beber.
La abuela Hengzi decidió divorciarse de su esposo, y en numerosas ocasiones, su esposo se disculpó y le dijo que haría un cambio. Sin embargo, siempre volvia a sus viejas costumbres.
Al reflexionar, la abuela Hengzi se dio cuenta de algo:
«Solo desperdiciaría mi vida y se volvería algo problemático tratar de cambiar a alguien más empleando todos los métodos posibles durante años o décadas por venir».
Así que la abuela Hengzi decidió cambiar su propia mentalidad y comenzó a pensar en formas de hacer su vida familiar más feliz sin necesidad de cambiar a su esposo.
Decidió trabajar duro y no esperar ningún ingreso de su esposo. Se negó a la idea de divorciarse de él, al menos hasta que los niños se casaran.
Una vez que logró su objetivo, para su sorpresa, descubrió que su esposo se había vuelto más gentil y consumía menos alcohol. Con este sorprendente resultado, al final, la abuela Hengzi decidió que pasar por un divorcio ya no sería necesario.
La moraleja de la historia es que es más sabio cambiarte a ti mismo para mejorar, que tratar de cambiar a otra persona. Si cambias de actitud, no te imaginas qué cambios positivos podrían abundar.