Por Troy Oakes
¿Te has preguntado alguna vez por qué te duele la espalda cuando estás con gripe o resfriado? ¿O COVID? Este malestar, habitual durante muchas enfermedades, no es un síntoma cualquiera. Es el resultado de complejas interacciones entre tu sistema inmunitario y tu cerebro llamadas «sinapsis neuroinmune».
Una consecuencia fascinante y aún por comprender de esta conversación entre los sistemas inmunitario y cerebral durante la enfermedad es que es especialmente notable en la zona lumbar. Se cree que ésta es una de las regiones del cuerpo más sensibles a las amenazas neuroinmunes.
Inmunología 101
El sistema inmunitario es un arma de doble filo. Por un lado, combate las infecciones, pero también te hace muy consciente del trabajo que está haciendo.
Cuando el organismo detecta una infección, el sistema inmunitario libera moléculas, entre ellas unas proteínas de señalización denominadas citoquinas. Estas proteínas coordinan el sistema inmunitario para combatir la infección y se comunican con el cerebro y la médula espinal para modificar el comportamiento y la fisiología.
Esto puede dar lugar a síntomas como fatiga, pérdida de apetito, fiebre y aumento de la sensibilidad al dolor. Clásicamente, pensamos que se trata de un cambio de comportamiento beneficioso que nos ayuda a conservar energía para combatir la infección. Es la razón por la que a menudo sentimos la necesidad de descansar y apartarnos de nuestras actividades habituales cuando estamos enfermos — y también por la que estamos más gruñones de lo habitual.
Cambios increíblemente pequeños
Parte de esta respuesta autoprotectora es un cambio en la forma de percibir las amenazas, incluidos los estímulos sensoriales.
Cuando uno está enfermo, el tacto puede volverse doloroso y los músculos pueden molestar. Se cree que muchos cambios en el comportamiento y los sistemas sensoriales tienen su origen en la nanoescala. Cuando se producen cambios moleculares en la parte del cerebro relacionada con la cognición o el estado de ánimo, se piensa y se siente de forma diferente. Si estos cambios en las sinapsis neuroinmunes se producen en las regiones de procesamiento sensorial del cerebro y la médula espinal, se siente más dolor.
Estos cambios sensoriales, conocidos como alodinia e hiperalgesia, pueden aumentar la sensibilidad al dolor, incluso en zonas no afectadas directamente por la infección, como la zona lumbar.
Memorias inmunitarias
Esta respuesta inmunitaria se produce con una serie de infecciones bacterianas y virus como el COVID o la gripe. De hecho, la sensación de malestar que a veces se tiene después de la vacunación es el buen trabajo que está haciendo el sistema inmunitario para contribuir a una memoria inmunitaria protectora.
Parte de esa conversación inmunocelular también alerta a tu cerebro de que estás enfermo, o te hace pensar que lo estás.
Tras algunas infecciones víricas, la sensación de malestar persiste más tiempo que el virus. Estamos observando una respuesta a largo plazo a COVID en algunas personas, denominada COVID prolongada.
Las mujeres, que suelen tener una respuesta inmunitaria más fuerte que los hombres, pueden ser más propensas a experimentar síntomas de dolor. Su mayor respuesta inmunitaria (aunque beneficiosa para resistir las infecciones) también predispone a las mujeres a un mayor riesgo de padecer afecciones inflamatorias como las enfermedades autoinmunitarias.
Cuándo hay que preocuparse y qué hacer
Si el dolor es intenso, persistente o va acompañado de otros síntomas preocupantes, busca atención médica. El dolor leve o moderado es un síntoma común durante la enfermedad y suele notarse en la zona lumbar. La buena noticia es que suele remitir a medida que desaparece la infección.
Aunque el tratamiento de la infección subyacente es crucial, también hay formas de reducir el dolor neuroinmunitario inducido por la enfermedad.
Mantener un microbioma diverso (el conjunto de microorganismos que viven dentro y fuera del cuerpo) comiendo bien y saliendo al aire libre puede ayudar. Dormir bien, hidratarse y minimizar la inflamación también ayudan.
Sorprendentemente, hay investigaciones que sugieren que la receta tradicional de caldo de pollo de tu abuela realmente disminuye las señales inmunitarias en la sinapsis neuroinmunitaria.
Los científicos también están demostrando que la meditación de atención plena, la terapia con agua fría y la respiración controlada pueden provocar profundos cambios celulares y moleculares para ayudar a activar sistemas corporales como el sistema nervioso autónomo y alterar la respuesta inmunitaria. Estas prácticas podrían no sólo ayudar a controlar el dolor, sino también añadir un componente antiinflamatorio a la respuesta inmunitaria, reduciendo la gravedad y la duración de la enfermedad.
El tratamiento con calor (compresas o bolsas de agua caliente) puede aliviar el dolor al aumentar la circulación. Los analgésicos de venta libre también pueden ser útiles, pero pide consejo si estás tomando otros medicamentos.
¿Todo depende de la mente?
¿Es la mente sobre la materia? Un poco sí y mucho no.
El poco de sí proviene de investigaciones que apoyan la idea de que si esperas que tu terapia de respiración, meditación y baños fríos funcione, es muy posible que marque una diferencia a nivel celular y molecular.
Pero si se comprenden los mecanismos del dolor de espalda durante la enfermedad y se utilizan algunas estrategias sencillas, hay esperanza de controlar este dolor con eficacia. Recuerda siempre buscar ayuda médica si los síntomas son graves o persisten más de lo esperado. Tu salud y tu comodidad son primordiales.
Joshua Pate, profesor titular de fisioterapia de la Universidad Tecnológica de Sydney, y Mark Hutchinson, profesor de la Universidad de Adelaida.
Este artículo ha sido republicado de The Conversation bajo una licencia Creative Commons.