Por Alener
Cuando abandoné la ciudad
me interné en un vacío
y críptico desierto.
Cuando ya parecía
no tener más esperanzas
vi a lo lejos un oasis.
Cuando llegué
descubrí que el oasis
era un bosque encantado.
Cuando comencé a internarme en él
cada vez que descubría algún páramo deslumbrante
una fuerza invisible
me impulsaba
a seguir recorriendo
sus ignotos senderos.
Cuando así creí haber recorrido
todo el bosque
la misma fuerza me impulsaba más a prisa
fue así, como
vez tras vez
descubría otros bosques
con paisajes
aún más secretos y deslumbrantes.
Cuando creí estar prisionero del vértigo
ocurrió:
logré ver al árbol encantado
que creía
ya me tenía prisionero
Sus infinitas ramas
eran los caminos que
me hacían recorrer
sus dominios.
Sus incontables hojas
siempre verdes
parecían decir
que es en cambio donde reside la vida.
Sus raíces eran tan profundas
como el mismo mundo
pero él
al ser casi el movimiento mismo
no estaba atado a nada.
Sus frutos eran
sus muy singulares
y sorprendentes momentos
que solía brindar
a quienes lograban llegar a él.
Un instante después
brotó arrolladoramente en mí
la pregunta:
¿tendría como ese remoto bosque
un principio oculto
más elevado
más bello y sobretodo
mucho más insondable?
Desde ese entonces
no paré de buscarlo
hasta encontrarlo
Cuando logré soltar
todo lo que realmente
me tenía prisionero
pude al fin conocerlo.