Un día, mi marido y yo tuvimos la suerte de conseguir un par de boletos de autobús de última hora para ir a ver a mis suegros en Taipei.
Cuando abordamos el autobús, vimos a una señora que ocupaba uno de nuestros asientos. Mi esposo me hizo un gesto para sentarme a su lado, pero no le pidió a la señora que dejara el asiento.
Cuando presté más atención, me di cuenta de que su pierna derecha tenía una prótesis. Fue así que me percaté de la razón por la cual mi marido no le pidió que dejará el asiento.
Un largo trayecto
Mi marido hizo todo el camino de Chiayi a Taipei de pie. Durante todo el trayecto, él no le dijo nada a la señora; que ocupaba su asiento. Cuando bajamos del autobús, me sentía mal y le dije: «Ceder el asiento es una buena acción, pero de Chiayi a Taipei es una distancia muy larga; Podrías haberle pedido que te devolviera el asiento para que pudieras descansar un poco». Mi esposo respondió: «La señora sentirá malestar toda la vida, mí molestia duró sólo tres horas».
Cuando oí esas palabras, me sentí muy conmovida. Con gente como mi marido que tranquila y amablemente ayuda a otros, me hace sentir que el mundo es un lugar más gentil en el cual vivir.
Traducido por Chua, B.C.