Por José Pablo López
Hojeando a Borges, por esos misteriosos designios de dioses aburridos, leo en uno de sus cuentos, que se relata en el Islam acerca de la Noche de las noches, en la que se abren, de par en par, las secretas puertas del cielo y es entonces más dulce el agua de los cántaros…
Pues resulta que esa noche, el 14 Ramadán, cae el 24 de junio en nuestro calendario y es la noche más importante del Islam. Hasta acá todo ordinario, nada que resulte llamativo o especial. Todo, excepto que hoy es… 14 Ramadán.
¿Justo hoy tuve que leer esa frase? Y además, ¿por qué tuve la inquietud casi fisiológica de averiguar si era cierto o sólo otra de las genialidades de Borges? Casualidad, ya lo sé…
Y esa casualidad, ese detalle que podría haber pasado desapercibido si no fuera que hoy, además, es domingo y por lo tanto tengo suficiente tiempo libre como para perderme en cavilaciones y vericuetos sin ningún sentido ni mayores pretensiones.
Tales despropósitos suelen llevarme a caminos sin salidas y, al final del día, sólo me embarga una sensación de horas ociosas que, después de todo, ¿es la finalidad de los domingos, no?
Sin embargo, navegando a la deriva, entre pensamientos mágicos y destinos prefijados, tuve la certeza que había una coherencia escondida bajo tanto disparate.
Y casi sin darme cuenta, me encontré buceando en los retazos de mi memoria, preguntándome cuál habría sido mi propia Noche de las noches, cuál el recuerdo que hizo más dulce el agua de los cántaros, cuál el real motivo de mi felicidad residual.
Encontré varios de esos instantes preciosos, por supuesto, que no vienen al caso revelarlos ahora, cuando ya han cumplido su velado, su críptico propósito.
Más importante, sin embargo, es la absoluta convicción -ahora lo veo claro como el alba- que esa Noche única y mágica, que marca bisagras en vidas gastadas, que devuelve alegrías perdidas y transforma colores y realidades… esa Noche de la noches, simplemente, aún no me ha llegado.
Y es por eso que todavía espero; es por eso que, no obstante, abro cada mañana mis ojos, expectante; y es por eso que, sin embargo no bajo ni bajaré los brazos.
Es por eso, al final de cuentas, que aún la espero…
Sobre el autor: José Pablo López, 56 años, Dr. en Geología, investigador y profesor de la Universidad Nacional de Tucumán, entusiasta difundidor de las Ciencias de la Tierra en ámbitos no académicos y escritor amateur en sus horas de ocio.