El proyecto One Belt, One Road (OBOR) de China ha sido promocionado por Beijing como uno de los mejores proyectos de infraestructura global y se dijo que marcaría el comienzo de una nueva era de prosperidad en el mundo.
Pero, a pesar de las grandes promesas, varios países han sido cautelosos con las intenciones detrás del mega proyecto.
Malasia es el último en estar en contra del «Colonialismo de la deuda» de Beijing, cancelando algunos proyectos OBOR por temor a deber demasiado dinero a China.
Decir no a los proyectos chinos
El Primer Ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, declaró, durante su reciente visita a China que su país cancelará dos gasoductos y los proyectos de Enlace Ferroviario de la Costa Este, debido a problemas fiscales y de bancarrota.
«Los proyectos no continuarán. La prioridad por el momento es reducir nuestra deuda. Se aplazará hasta el momento en que nosotros podamos pagarlo, entonces tal vez reduzcamos el costo… Si tenemos que pagar una indemnización, tenemos que pagarla.
Esta es la estupidez de las negociaciones previas. Debemos encontrar una manera de salir de estos proyectos. Esta es la estupidez de nuestra propia gente»,
cita de The Business Standard sobre una declaración hecha por Mahathir.
Según los informes, la deuda nacional de Malasia es actualmente cercana a US$ 240 000 millones.
Se informó que el gobierno anterior celebró varios acuerdos que pusieron al país en una gran desventaja financiera y empeoraron el creciente problema de la deuda.
Además, el actual gobierno malayo es muy aprensivo acerca de los proyectos financiados por China. Cuando uno mira la historia de los países que aceptaron las inversiones chinas, resulta natural un enfoque tan cauteloso.
China ha sido acusada por muchas naciones, incluida EE. UU., de participar en el colonialismo de la deuda.
La táctica es bastante simple, financiar proyectos de infraestructura de un país proporcionando préstamos, esperar a que el país no pueda pagar los préstamos y luego forzar a la nación pobre a aceptar las demandas chinas.
Beijing participó en un juego similar en Sri Lanka, donde eventualmente tomó el control del Puerto de Hambantota, a pesar de que el gobierno de Sri Lanka nunca quiso entregar el control del puerto a los chinos.
«Las preocupaciones por las deudas inmanejables con China, han sido planteadas por países como Sri Lanka, con la toma de China del aproblemado puerto, lo que ha suscitado dudas sobre la pérdida de soberanía»,
señaló Jens Roehrich de la Universidad de Bath, en una entrevista con el medio La Gran Época.
Malasia no es el único
Quien parece estar abandonando los proyectos financiados por China no es solamente Malasia. Otros países del sur de Asia y del sureste asiático también dicen que no al dinero chino por temor a endeudarse con Beijing y a perder la soberanía sobre sus propias tierras.
Anteriormente, Pakistán dijo que no a la represa Diamer-Bhasha de US$ 14 mil millones, debido a las duras condiciones financieras establecidas por los chinos.
Nepal también se mantuvo al margen de la oferta de China de un proyecto hidroeléctrico de US$ 2.500 millones, después de que se descubriera que la compañía china responsable de ello, tenía serias irregularidades financieras.
Del mismo modo, el año pasado Myanmar declaró que no tenía ningún interés en los proyectos hidroeléctricos financiados por China.