Traducido por Natasha Yang
New Land presentó a Li Cun Xin a nuestros lectores por primera vez en su artículo “Bailando entre diferentes caracterizaciones” en el 2005.

Su biografía “El último bailarín de Mao” fue publicada hace un tiempo y aún se está reimprimiendo. La película del mismo título tuvo una buena recepción en todo el mundo por lo que el Sr. Li se ha convertido en un aclamado orador sobre temas de auto-motivación. En el 2009, se convirtió en el primer galardonado asiático del premio “Padre del Año del Centro Australiano Shepherd”. Con la llegada del año del dragón, Newland tuvo el honor de entrevistar al Sr. Li por tercera vez:
NL: Cuando hablamos la última vez, estaba ocupado promocionando la nueva película. ¿En qué está trabajando ahora?
Li: Sigo viajando debido a inversiones y discursos, los cuales son mi trabajo principal. He recortado aproximadamente a la mitad mis conferencias. Mi hija mayor y mi hijo están lejos de casa en la universidad, pero mi hija de 14 años quiere que le lea antes de dormir o que veamos un torneo de tenis. Oportunidades como esta pasan rápidamente. Pensé que era mejor atesorar lo que tengo y pasar algo más de tiempo con mi familia.
NL: Como orador motivacional, ¿cómo se motiva a si mismo?
Li: Uno puede encontrar motivación en todas partes. Cuando encontraba problemas a la hora de actuar o cuando me desmotivaba, veía videos de Rudolf Nureyev y Mikhail Baryshnikov. No observaba cómo bailaban sino cómo se convirtieron en bailarines de primera y qué tipo de estado mental tenían. Sus caminos hacia el éxito no han debido ser fáciles. Leía la historia de Mandela, veía una película de Gandhi o iba a un concierto de Yo-Yo Ma. A veces, un coreógrafo decía algo que también podía inspirarme. A veces, pensaba en las dificultades que mis padres tuvieron en China; fueron tan pobres que lo sacrificaron todo para que sobrevivieran sus siete hijos. Todo esto me servía de inspiración. En Occidente, no importa lo difícil que sea una situación, no se puede comparar con lo que yo experimenté anteriormente.
NL: Para los inmigrantes chinos, ¿Cree que el éxito puede venir simplemente de la educación?
Li: Creo que la educación y ambiente son sólo las oportunidades en un aspecto. Para mí, las condiciones de vida que mis padres me dieron, el entrenamiento en la Escuela de Danza de Beijing y mi oportunidad de bailar en América todo contribuyo a mi éxito. Lo más importante es mi mente, mi estado mental, mis pensamientos, mi espíritu luchador y actitud positiva. Una vez cuando me entrevistó el “New York Times”, me preguntaron qué porción de mi éxito venía de mi talento y cuanto de las oportunidades que había tenido.
Creo que sólo de un 20 a un 30% de mi éxito viene del entrenamiento y la educación. El resto depende sólo de mí. Fue mi propio esfuerzo el que creó la condición y mi éxito me dio confianza y también mi siguiente meta. No es que sea muy exitoso ahora y me pueda relajar; una vez que sientes que eres inteligente y mejor que otros, te estancarás.
Siento que “educación” es un término demasiado amplio. El día que me gradué fue el comienzo de mi educación. He aprendido de los comentarios de otros, de las oportunidades frente mio o de las dificultades que he encontrado. Creo que uno debería aprender hasta el último minuto de la vida. Sólo haciendo eso, uno puede avanzar paso a paso.
En toda mi vida he actuado más de 2,000 veces. Mucha gente comentaba que esta vez era mejor que la vez anterior. Creo que después de un trabajo duro, esta vez es mejor que cualquier otro espectáculo, incluso si sólo hice un pequeño progreso. Sé que estoy continuamente moviéndome hacia delante y no hacia atrás. Me gustaría añadir que al hablar de la educación, la gente cree que la escuela es educación. Sin embargo, yo me dije a mi mismo que la educación empezaba el día que me gradué; mis pensamientos eran muy abiertos y aprendí algo de diferentes ocasiones.
NL: Cuando pasó por sus momento más difícil, ¿cómo conservó su optimismo?
Li: En 1985, participé en la Tercera Competencia Internacional de Ballet. Las dos anteriores fueron en Japón y América en las cuales gané medallas de plata. Después de la competencia, muchos jueces me recomendaron que participara en la competencia de Moscú como bailarín solista e ir por la medalla de oro.
Era considerado el bailarín número uno internacionalmente Desgraciadamente me caí durante un ensayo, el doctor ruso me aconsejó no bailar, pero no podía decepcionar al público chino y americano. Obtuve el bronce en esa ocasión. Nadie sabía que no podía ni siquiera atar los cordones de mis zapatillas y que sólo pude participar en la competencia con la ayuda de analgésicos.
Al regresar a América me diagnosticaron una hernia del disco lumbar. El médico me recomendó no volver a bailar de nuevo si quería volver a caminar normalmente.
Cuando estuve convaleciente en la cama del hospital durante tres meses, lo que más me dolió no fue la medalla de oro que no gané, sino lo que el médico dijo – que mi carrera como bailarín había terminado. No sabía qué otra cosa podía hacer y mi sueños se habían destrozado. Después de un tiempo empecé a leer libros motivacionales y ver vídeos de campeones de tenis para reconstruir mi confianza poco a poco. Cada día me recordaba a mi mismo no abandonar la esperanza.
Después de tres meses, finalmente pude bajar de la cama, pero todos mis músculos estaban flácidos. Sólo podía ir al baño, ducharme y darme masajes. Los músculos en mis piernas y cadera habían desaparecido. Me dije: “Si puedo reforzar mis músculos uno a uno, estaré más fuerte que antes”.
Cuando estuve listo para volver al escenario, el médico dijo: “¡No lo hagas! Te arrepentirás el resto de tu vida”. Fue extremadamente difícil volver a entrenar mis músculos y muchas veces me sentía muy desanimado y listo a renunciar.
Al final, bailé otros 13 años y me retiré a los 38.
NL: También hace muchas actividades caritativas. Su hija mayor nació sorda y recibió el premio de Padre del Año por cuidar de su hija. ¿Cuál crees que es la actitud de los chinos en Australia con respecto a la caridad?
Li: Los chinos no prestan mucha atención a las discapacidades. Puede que tenga algo que ver con la historia china. Nuestros ancestros trabajaron muy duro por sus hijos. Tener una buena educación y una buena carrera se vuelve lo más importante para ellos.
Los occidentales prestan más atención a ayudar a otros porque su educación es más amplia y cubre muchos aspectos. Por tanto, le dije a mis hijos: “Nunca olvides a los demás”. Cuando tienes la habilidad de ayudar y de cambiar las vidas de otros, es muy gratificante. Por eso hago lo mejor que puedo para ayudar a los niños sordos, a veces también ayudo a la Royal Flying Doctor Service, a la lucha contra el cáncer de mama, el SIDA, o ayudo a sacar a los niños de las calles.
Mi mujer tenía mucha curiosidad por saber cuánto dinero había donado a organizaciones caritativas. Ella dice que fueron algunos millones. Estoy bastante feliz por ello. Incluso si muero mañana, no tengo nada de que arrepentirme porque he vivido una vida desinteresada.
Creo que vivimos en una sociedad y recibimos mucho de ella. Es nuestra responsabilidad dar de regreso, si se presenta la oportunidad. No puedo vivir de ninguna manera en un vacío, además el crecimiento y el éxito de una persona están estrechamente unidos a todas las personas a su alrededor. En realidad, todo lo que haces tiene una conexión cercana con la sociedad entera.
De este modo, con el propósito de vivir una vida más plena, creo que necesitamos pensar en los demás y ayudar a otros empezando particularmente desde una edad temprana.
NL: Como galardón del premio “Padre del Año del Centro Australiano Shepherd”, ¿qué consejo le das a los padres chinos?
Li: Ama a tus hijos incondicionalmente. Creo que los padres chinos quieren a sus hijos bajo ciertas condiciones, como debes ir a esta universidad, tener cierta clase de ocupación. Al tener por delante tal requerimiento, un niño puede convertirse en un médico, pero es posible que no respete su profesión. Los padres que realmente quieren a sus hijos deberían motivarlos, guiarlos a una meta más alta pero no limitar su potencial.
Personalmente, no me importa a lo que se dediquen mis hijos mientras sean felices y hagan lo que les guste. Pueden ser un profesor o un conserje. No importa lo que hagan, espero que den lo mejor de sí mismos y hagan un buen trabajo.
Fuente: New Land Magazine