Las leyendas son como las arenas movedizas de un desierto, siempre cambiantes y escurridizas. Esta leyenda no es diferente y tiene muchas versiones.
El Emperador de Jade, gobernante del Cielo, tenía diez hijos revoltosos. Un día, se transformaron en diez soles y abrasaron sin piedad la tierra desde lo alto de los cielos. Incapaz de frenar sus travesuras, el emperador de Jade convocó a Houyi, un arquero famoso por su puntería. El emperador ordenó al inmortal enseñar a sus hijos una lección.
Houyi descendió a la Tierra y vio su sufrimiento con sus propios ojos. Todo estaba quemado y sin vida y la gente estaba en agonía. Lleno de justa indignación, actuó. Sacó una flecha de su mochila y apuntó a los soles. El primero cayó, luego otro. Al final, nueve de los hijos del emperador de Jade estaban muertos. Houyi dejó sólo un sol vivo para que proveyera a la Tierra luz y calidez.
Al escuchar la noticia, el Emperador de Jade se puso furioso. Desterró a Houyi y su bella esposa Chang’e del cielo, despojándolos de su inmortalidad. A partir de entonces se vieron obligados a vivir en la Tierra como mortales comunes.
La pareja encontró la vida humana dura y miserable. Aunque era un héroe para la humanidad, Houyi tenía un único deseo: evitar la muerte que le esperaba como a todos los mortales y volver al cielo junto con su amada esposa. Ella, al menos, no merecía sufrir.
Houyi recordó que la inmortal Reina Madre del Oeste, quien vivió en la tierra, tenía un raro elixir de la inmortalidad. Ahora el esperanzado arquero partió para buscar su ayuda.
Después de innumerables dificultades, finalmente llegó a su palacio en el sagrado Monte Kunlun. Percantándose de su difícil situación, la misericordiosa reina madre dio a Houyi dos cosas. Uno de ellas era el elixir; la otra era una advertencia:
«Beber la mitad del elixir concederá la vida eterna. Todo el elixir, sin embargo, hará que uno ascienda al cielo como un inmortal de pleno derecho».
La mitad para sí mismo; la mitad para su esposa. Era todo lo que Houyi podría haber esperado.
Cuando Houyi se reencontró con Chang’e, estaba emocionado por su éxito. Pero mientras su marido estaba descansando de su viaje, ella no pudo resistir inspeccionar el elixir que trajo consigo. Su afán de convertirse en inmortal la tentó a beber la poción entera. Poco después, comenzó a sentir sus miembros ligeros y empezó a elevarse en el cielo sin control.
Como una deidad desterrada, ella ya no podría volver al cielo. La Tierra estaba ahora fuera de su alcance también. Con ningún otro lugar para ir, Chang’e se refugió en la luna desolada, donde pasó el resto de sus días en un palacio solamente acompañada por un conejo blanco. Lloró amargamente a su marido Houyi, quien fue condenado a vivir el resto de sus días en la Tierra como un hombre común.
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