Debido a la creciente influencia de las potencias extranjeras a principios del siglo XIX en China, se desarrolló un levantamiento de sentimiento anti-inmigrante y anticolonial bajo el nombre de Rebelión de los Bóxers, (que nombrado así por los extranjeros), conectado a una sociedad secreta china conocida por los chinos como Yihequan (Puño Justo y Armonioso).
La Rebelión de los Bóxers comenzó a finales de la década de 1890, y sus miembros atacaron a misioneros cristianos, cristianos chinos y extranjeros en el norte de China. Finalmente, los ataques llegaron a su clímax en junio de 1900, cuando los boxeadores tomaron la capital china, Pekín.
Mientras que muchos libros históricos afirman que la rebelión, respaldada por la emperatriz de la dinastía Qing, la emperatriz Tzu’u Hzi, se oponía a que las potencias extranjeras influyeran en China, incluidos los cristianos, hay que tener en cuenta el contexto histórico como telón de fondo para comprender plenamente el contexto de lo que la gente hacía entonces y por qué.
La Alianza de las Ocho Naciones
La Alianza de las Ocho Naciones fue una coalición militar internacional creada con el propósito principal de responder a la Rebelión de los Bóxers en el Imperio Qing de China a finales del siglo XIX. La alianza consistía en unidades militares de los Estados Unidos, el Imperio Británico, Alemania, Francia, Austro-Hungría, Italia, Rusia y Japón. Durante el verano de 1900, formaron una coalición de tropas para proteger su influencia en China.
En junio de 1900, los boxers rodearon el Barrio de la Legación de Pekín, hoy Beijing. Atraparon en su interior a un gran número de extranjeros y chinos. En aquella época, el gobierno chino seguía apoyando a la Rebelión de los Bóxers y los respaldaba, declarando la guerra a la coalición extranjera.
Campo de pruebas de armas militares
Durante la época de la Alianza de las Ocho Naciones, las potencias trajeron al campo de batalla una mezcla de rifles de los fabricantes de armas que habían estado rivalizando entre sí por contratos militares a ambos lados del Atlántico.
El ejército de los Estados Unidos había probado más de 50 diseños antes de adoptar el Krag-Jorgensen en 1892. Los franceses llevaron sus rifles Lebel Modelo 1886 a Pekín, mientras que las tropas alemanas llevaron sus nuevos rifles Gewehr Modelo 98 al campo de batalla.
Los soldados austro-húngaros marchaban con sus rifles Mannlicher M1888, mientras que los italianos alardeaban de su Carano Modelo 1891 y los japoneses luchaban con una mezcla de sus nuevos Arisakas Tipo 30 y los Meiji Tipo 13 Muratas más antiguos. Los rusos, que fueron a la guerra con Japón en 1905, confiaron en su M1891 Mosin-Nagant.
Visto desde una perspectiva económica, cualquier tipo de conflicto que requiera el uso de la fuerza armada es una gran oportunidad para que los contratistas militares entreguen sus armas a naciones en guerra o en conflicto entre sí.
La caída del imperialismo
Fue la dinastía Qing la que estableció el territorio moderno de China. Su primer emperador es conocido por ser el primero que fue capaz de unir a China y dejar una de las mayores herencias de China, la Gran Muralla China. También fue la última dinastía imperial que gobernó China de 1644 a 1912.
La disminución del estado de la dinastía Qing después de la Rebelión de los Bóxers creó una puerta abierta, permitiendo a la Revolución Republicana de 1911 inclinar completamente la balanza, derribando al emperador, estableciendo la República de China y poniendo fin al sistema imperial.
Caída de la República y ascenso del comunismo
La historia de la transición no termina con la caída de la dinastía Qing. Después de sólo 37 años, de 1912 a 1949, la República de China, incluyendo la China continental y Taiwán, cayó ante los comunistas chinos en 1949.
La China continental se convirtió entonces en la República Popular China y Taiwán mantuvo su estado anterior, avanzando hasta convertirse en la sede de la República de China. Sin embargo, hasta el día de hoy no se ha firmado ningún tratado de paz, por lo que sigue habiendo tensiones.
Conclusión
La historia no está escrita en piedra, sino que es una colección dinámica y fluida de recuerdos y perspectivas que crecen y se desarrollan a medida que nos ocupamos de ellos. Su calidad y precisión no pueden alcanzar nunca la perfección, debido a todos los componentes diminutos que lo componen.
Sin embargo, la historia puede ser un maestro moral si nunca dejamos de reflexionar sobre ella con la mente abierta, no encontrando y poniendo un sello de lo bueno y lo malo, sino explorando las decisiones tomadas y los resultados obtenidos.
Porque, de alguna manera, la historia contiene principios profundos e intemporales en los que podemos apoyarnos para ayudarnos a tomar mejores decisiones en el presente, mientras damos forma a nuestro futuro por venir.