Historias: Cien yuanes

La gente del pueblo convivía mucho y se enorgullecían por ser una comunidad unida. Algunos sembraban frutas otros legumbres y otros criaban ganado y aves, no les faltaba de comer y vivían modestamente pero no eran pobres. Sin embargo, el excedente de su cosecha así como sus animales de crianza no los podían vender como querían y siempre se quejaban de su mala suerte por esto.

La gente del pueblo no era pobre pero vivía sin carencias (Imagen: Captura de pantalla).

Al lugar en ocasiones los visitaba un anciano que escuchaba y veía como entre platicas los aldeanos se quejaban por esta desventura.
Ellos no sabían que este anciano en verdad era un miembro de la corte real que poseía tierras y riqueza y que le gustaba platicar con la gente. Un día inspirado ante esta situación decidió invitar a la gente del pueblo para ayudarle a restaurar una vieja casa que tenía a media hora a caballo del pueblo, confiado a que la gente acudiría a su llamado debido a que le debían favores procedió a invitar a los aldeanos hasta lograr que todo el pueblo se enterará. Llegó el día de la cita y poca gente fue la que acudió. Sorprendido ante este hecho decidió hacer otra invitación y nuevamente pocas personas acudieron a su llamado. Pensativo ante este hecho, el anciano tuvo una idea y llevó a cabo otra invitación pero en esta ocasión ofreció pagar cien yuanes a cada persona que fuera ayudarle. El día llegó y la mayoría fue y pudo así reparar su vieja casa. Terminado el trabajo al día siguiente se reunión con la gente del pueblo y les preguntó:

Durante este tiempo he escuchado de ustedes decir que no pueden vender su cosecha y animales por lo que ante esto decidí invitarlos a venir para ayudarme a reparar mi vieja casa y muy pocos vinieron. Sin embargo, cuando les ofrecí pagar por sus servicios la mayoría vino ¿ por qué?

Hubo algunas voces que respondieron pero nadie le contesto que por dinero ya que denotarían su interés por este, pero si dieron otras explicaciones. Ante esto al terminar todos de hablar el viejo les contestó.

– No es malo que trabajes a cambio de un pago pero ustedes me debían favores y yo no les cobré.
Ante estas palabras los aldeanos sintieron un golpe en su corazón. El anciano continuó:
– No les estoy reclamando por esto sólo quiero decirles que también he escuchado sus quejas por no vender su cosecha y animales, por lo que decidí hacer esto, y quiero decirles que:

Si hicieras las cosas como si te fueran a pagar cien yuanes seguramente venderías tu cosecha y también tus animales.

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