Por Minghui
Un día, Confucio estaba recorriendo la montaña Nong, en compañía de sus discípulos Zilu, Zigong, y Yanhui. En la cumbre, Confucio miró a lo lejos y dijo:
– «Parado en lo alto, uno puede ver a lo lejos. ¿Por qué no me cuentan sobre sus ambiciones sin reservarse nada?».
Zilu se acercó y dijo:
– «Me gustaría que las flechas estuvieran decoradas con plumas blancas y las banderas con rojo. En medio de las llamadas de las cornetas, campanas y tambores, me gustaría dirigir el ejército y expulsar lejos a los enemigos, en un arranque de energía, recuperando un millar de kilómetros de tierra perdida. Zigong y Yanhui me podrían ofrecer consejos».
Confucio lo elogió y dijo: «¡Valiente!».
Zigong se acercó y dijo:
– «Un día, los ejércitos del Estado de Qi y el Estado de Chu se enfrentarán en el campo. Justo en el borde de la batalla, me presentaré con una túnica y un sombrero blancos e ilustraré a los dos estados sobre el precio de la guerra. Sin que les cueste un solo soldado, voy a resolver la disputa entre ellos. Zilu y Yanhui podrían ayudar apoyándome».
Confucio dijo: «¡Elocuente!». Yanhui permaneció en silencio. Confucio le preguntó:
– «¿Yanhui, no tiene ambiciones para compartir con nosotros?».
Yanhui respondió:
–«Ellos han cubierto tanto los asuntos civiles como los militares. ¿Qué queda para mí?».
Confucio dijo:
-“A pesar de ello, todo el mundo tiene sus ambiciones. Compártelas con nosotros”.
Yanhui dijo:
-“Me gustaría poder ayudar a un rey sabio y educar a las personas utilizando los ritos y la música. El rey aplicaría el Tao en todo el reino. Los funcionarios tratarían muchas vidas con virtud. La gente común fomentaría las relaciones armoniosas y la buena fe, y viviría y trabajaría en paz y dicha. Las armas se fundirían y serían convertidas en herramientas agrícolas, las ciudades se convertirían en tierras de cultivo. La gente sería amable con sus vecinos y amigos. Los países de nuestro entorno, inspirados por la integridad y el sentido de justicia del reino, dejarían descansar a sus ejércitos y harían una tregua. Si el mundo entero fuese así, no habría necesidad de preocuparse por la guerra. Si ese día llega, no habrá necesidad de que Zilu y Zigong liberen a la gente de la miseria”.
Confucio lo elogió: “¡Maravilloso, virtuoso!». Zilu preguntó: «Maestro, ¿cuál elegiría?».
Confucio dijo: «Debido a que no produce ningún perjuicio financiero o daño, y sin exagerar, elijo al virtuoso». Creer que el Tao salvará al mundo y ayudar a la gente a vivir en paz y serenidad, era, de hecho la aspiración de Confucio.