El inquebrantable espíritu de Xu Hongci: De estrella comunista en ascenso a fugitivo del Estado (2ª parte)

Por Mikel Davis

Aqui puedes encontrar la 1° parte del articulo

En 1966 estalló la Revolución Cultural y Xu Hongci fue uno de los primeros perseguidos. Cada uno de sus «crímenes» del pasado fue sacado a relucir y criticado de nuevo. Desfiló por las calles, atado y humillado, y fue condenado de nuevo, esta vez a 20 años. Fue encarcelado en una prisión de Lijiang especial para criminales graves.

El «sabio» de la cárcel enfrenta una nueva amenaza

A pesar de las sombrías circunstancias, Xu Hongci utilizó sus conocimientos médicos para convertirse en un «sabio» a los ojos de sus compañeros. Ya fuera remediando el mal olor de los zapatos con un chorrito de alcohol o ablandando las toallas duras con vinagre, sus útiles trucos aumentaron poco a poco su prestigio dentro de la prisión. Sin embargo, su astucia y sabiduría inquietaron al alcaide de la prisión, Li Derong.

En 1969, la prisión comenzó a redactar un informe en el que se acusaba a Xu Hongci de planear una revuelta masiva de presos. Si se presentaba el informe, Xu Hongci podría ser ejecutado. Un preso de bajo rango lo arriesgó todo para transmitir la noticia a Xu, que se dio cuenta de que escapar era su única opción. Comenzaron sus preparativos para un cuarto intento de fuga.

En 1969, la prisión comenzó a redactar un informe en el que se acusaba a Xu Hongci de planear una revuelta masiva de presos. (Imagen: Maigi vía Dreamstime)

Una huida calculada y una carrera hacia la libertad

Previendo que necesitaría un documento oficial para las inspecciones por el camino, Xu fabricó un sello con una pastilla de jabón desechada en la que se podia leer: «Comité Revolucionario del Condado de Yunnan, provincia de Yun». Con este sello falsificó tres cartas que le permitían visitar a sus familiares. Guardó tickets de racionamiento, hizo acopio de comida y preparó una escalera desmontable.

En la mañana del 7 de agosto de 1969, se cortó la electricidad de la prisión. Xu aprovechó esta oportunidad para trasladar sus suministros de evasión a la sala de metalistería, arrojando las piezas de la escalera a un rincón oculto. Después de pasar lista, creó un maniquí con su ropa y se escondió en la cama de flores durante la caótica hora del aseo. Cuando todos los demás estaban dormidos, montó en silencio la escalera, utilizó dos palos y trepó por el muro de la prisión.

Una vez fuera, corrió desenfrenadamente hacia el sur por las montañas de Yunnan. Cuando tenía sed, bebía de los ríos; cuando tenía hambre, comía larvas de insectos y lombrices. Para no ser detectado por los perros, se atrevía a cruzar ríos que le llegaban al pecho. Tras 14 días de dura supervivencia, Xu Hongci salió por fin de Yunnan.

El viaje hacia una nueva vida

Un mes después, Xu Hongci, viajando en varios vehículos, llegó a la frontera entre China y Mongolia, en Erenhot. Como si el destino le estuviera ayudando, las luces de la estación fronteriza se apagaron inesperadamente cuando se acercaba. Instintivamente, se arrastró por la torre de vigilancia, entrando sin querer en el punto ciego del radar fronterizo.

La noche del 10 de septiembre de 1972, un desaliñado Xu Hongci cruzó con éxito la frontera con Mongolia. Allí fue interrogado por un juez que simpatizaba con su situación, pero necesitaba pruebas de que no era un espía. Xu Hongci presentó como prueba un artículo publicado en el Diario del Pueblo el 2 de agosto de 1957, que podía recitar de memoria.

La noche del 10 de septiembre de 1972, un desaliñado Xu Hongci cruzó con éxito la frontera con Mongolia. (Imagen: Hyotographics vía Dreamstime)

Al no ser devuelto a su país de origen, Xu Hongci fue condenado a un año de trabajos forzados en el vasto bosque de Zun Hara por cruzar ilegalmente la frontera. Aunque los gélidos inviernos podían helarle a uno los dedos de los pies, Xu sintió la dicha de la liberación de la prisión del PCCh. Tras cumplir su condena, Xu, ya cuarentón, se ganó con sus conocimientos y su talento el corazón de una enfermera de 21 años llamada Oyuna. Se instalaron en el interior de Mongolia, criaron dos hijos y construyeron una feliz vida juntos.

Reconexión y retorno

A lo largo de los años, Xu no se puso en contacto con su familia en China, por miedo a ser extraditado. No se puso en contacto hasta el final de la Revolución Cultural. En el invierno de 1981, su madre le escribió para decirle que su etiqueta de «derechista» había sido corregida por el Primer Colegio Médico de Shanghai.

En 1983, tras once años de exilio, Xu Hongci regresó a Shanghai con su mujer, su hijo y su hija recién nacida. A su regreso a su antigua escuela, sus antiguos compañeros quedaron conmocionados, exclamando: «¡Todavía estás vivo!» A pesar de su regreso sano y salvo, Xu seguía atormentado por sus experiencias pasadas, despertándose a menudo por la noche, incapaz de volver a dormir. Aprovechaba estas horas de inquietud para escribir sus pensamientos.

Xu Hongci falleció el 17 de abril de 2008, a los 75 años, a causa de una insuficiencia respiratoria provocada por un cáncer. Su espíritu indomable sigue siendo una inspiración para muchos, un testimonio de la resistencia humana ante la adversidad.

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