Por Taste of Life
Los generales chinos cambiaron la historia era tras era, dejando grandes leyendas tras ellos. Enfrentaban las batallas, eran leales a sus reinos, sabios y valientes. Dominaban el arte de la guerra y entendían los diseños ocultos del destino.
Escucha con atención y casi podrás oír sus caballos galopando en los campos de batalla. El general Guo Ziyi, un líder durante la famosa dinastía Tang, tuvo la rara distinción de vivir de acuerdo al ideal que pedían los libros antiguos para los funcionarios chinos.
Uno de los conceptos fundamentales del pensamiento estratégico chino, según lo referido en el libro clásico, El Arte de la Guerra, es:
«Luchar y vencer en todas las batallas no es la excelencia suprema; excelencia suprema consiste en quebrar la resistencia del enemigo sin luchar».
¿Pero cuántos generales chinos hicieron eso? Quien lo hizo fue Guo Ziyi de la Dinastía Tang (618-907 a. C.)

Según dice en el Vol. 70 de la obra magna El Libro Antiguo de Tang, «Él era todopoderoso en toda China, pero no era envidiado por los cortesanos. Sus obras eran conocidas por toda la tierra, pero el emperador no tenía dudas sobre él». Guo vivió hasta los 85 años.
Fue el padre de ocho hijos quienes, junto con sus siete yernos, ocuparon importantes cargos en la edad adulta.
La ilustre y larga carrera militar de Ziyi incluyó grandes batallas con los grupos minoritarios uigures y tibetanos, cuyas invasiones repelió sin utilizar soldados o armas. Su sola reputación, construida a lo largo de décadas de luchar valientemente y burlar a los enemigos, era suficiente.
En el año 763 , cuando la dinastía Tang apenas se estaba recuperando de la devastadora rebelión An Shi de 755 a 763, una masiva fuerza de guerreros tibetanos llegó a las puertas de la capital Changan, dispuesta para el saqueo y el pillaje.
Ziyi inmediatamente envió exploradores con cientos de antorchas encendidas a lugares que los tibetanos pudieran ver, haciéndoles pensar que las tropas estaban acampadas allí.
Al mismo tiempo, ordenó que los habitantes de Changan lanzarán fuegos artificiales y que repicaran los gongs. Los tibetanos, aterrorizados por la conmoción, pensaron que estaban rodeados y huyeron.
La ‘no-batalla’ más importante de Guo ocurrió dos años más tarde. Un mariscal traidor, Pugu Huai’en, aprovechó la oportunidad de unas revueltas, persuadiendo a los uigures y a los tibetanos para que invadieran nuevamente a Chang’an.
Mientras trescientos mil soldados enemigos se preparaban para la invasión, Ziyi fue enviado para detenerlos con sólo diez mil hombres.
Ziyi, con casi 70 años de edad, decidió que la mejor solución era simplemente ir donde el comandante Uigur y discutir el asunto. Sus propios oficiales pensaron que era demasiado arriesgado, pero Ziyi siguió adelante.
Su hijo le dijo: «Vas a convertirte en alimento para los tigres».
Ziyi respondió: «Nuestro país está en una situación de vida o muerte. Si puedo convencer a los uigures para que se pasen de nuestro lado, el país estará a salvo. ¿Qué más hay que tener en cuenta?”
Retiró la mano de su hijo que retenía su caballo, agitó las riendas y galopó hacia adelante. Con cautela, el comandante Uigur, ordenó a sus soldados que se prepararán para la batalla. Viendo esto, Ziyi dejó a un lado su armadura y armas mientras se acercaba.
Él ya conocía estas tropas, las cuales habían estado bajo sus órdenes durante las acciones para reprimir a otros rebeldes. Por su carácter amable y generoso con los uigures, se había convertido en una figura paterna para ellos y al reconocerlo, se arrodillaron.
Al ver a Ziyi, los uigures entendieron que Huai’en los había engañado para llevarlos al ataque. Rápidamente unieron fuerzas con el ejército de Ziyi, el mismo que había sido enviado hacia la derrota. Cuando la noticia llegó a los tibetanos, aprovecharon la noche para huir.
En la corte, Ziyi también «Rompió la resistencia del enemigo sin luchar». Allí supo esquivar los embates de los funcionarios de mente estrecha que envidiaban sus logros y su cercanía con el monarca.
El astuto eunuco Yu Chao’en, Agregado Militar del Emperador Suzong, fue uno de los más peligrosos. Yu perdió una batalla importante y culpó Ziyi de la derrota.
Suzong, quien confiaba en el engañoso eunuco, despojó a Ziyi de su rango militar. Pero él no guardó ningún rencor: se limitó a esperar, y cuando el siguiente emperador subió al trono, se le restituyeron su posición y sus facultades.
Con el paso de los años, Ziyi mostró el alcance real de su magnanimidad, la cual se reflejó en su forma más memorable después de que Yu saqueará la tumba de su padre. El saqueo de una tumba familiar era uno de los actos más irrespetuosos e insultantes en la antigua China, y Ziyi podría haber probado la culpabilidad del arrogante Yu.
Sin embargo, eso habría causado una enorme grieta en el centro del estado Tang, poniendo en peligro la dinastía.
Ziyi dio el extraordinario paso de colocar la seguridad del país por encima de su interés personal y de su honor. Aunque incontables soldados lo consideraban como a un padre y le obedecían sin rechistar, se culpó por el saqueo.
Mientras estaban en campaña, sus soldados fueron negligentes alrededor de las tumbas de otros familiares, y él entendió que el saqueo de la tumba de su padre fue un castigo divino. Estaba muy triste y se lamentó por no haber sido el líder que esperaba ser.