¿Por qué nos enojamos? Los deseos incumplidos pueden ser la causa de muchos arrebatos de ira.
Pero los deseos son ilimitados, ¿verdad? Una respuesta más adecuada puede ser simplemente por miedo.
Miedo a ser inadecuado, no amado, no respetado. Un temor a que cuando nos abrimos y nos volvemos vulnerables, otros no se den cuenta de nuestro valor y nos lastimen con sus palabras y acciones.
La ira, aunque aparece de manera prominente como un rasgo masculino, en realidad es una emoción que se manifiesta en todas las personas. Las mujeres también se enojan pero sus problemas de ira se muestran de diferente forma.
Según David Lieberman, autor de Never Get Angry Again (Nunca volver a enojarse), hay cuatro manifestaciones de ira: asertivo-agresivo, pasivo-agresivo, reprimido e inmovilizado.
- Mientras asertivo-agresivo es el hombre enojado que grita delante de ti en el tráfico;
- El pasivo-agresivo podría ser el compañero de trabajo a quien solicitaste ayuda para completar una tarea;
- El reprimido podría ser un empleado que soporta el abuso de su jefe día a día pero necesita el trabajo para alimentar a su familia;
- Y el inmovilizado podría ser el niño maltratado que se desconecta completamente del mundo, sin comprender lo que ha hecho mal.
Ira reprimida
La mayoría de las personas no desahogan su enojo, sino que optan por contenerlo. Este enfoque es bueno y malo.
Lo bueno es que esta persona ha mostrado tolerancia en el exterior, lo que podría haber ayudado a disipar la situación. Lo malo es cuando la persona no sabe cómo dejar ir esta emoción acumulada.
La mayoría de las personas sufren depresión, problemas de ansiedad e incluso dolores físicos, como dolor de espalda debido a esta represión de la ira.

Un individuo pasivo-agresivo, es alguien quién retiene su ira durante mucho tiempo. Esperan su oportunidad de tomar represalias e igualar el puntaje.
Cuando se revela su verdadera naturaleza, directamente la rechazan con un sentido de falsa justicia. Señalan con el dedo y hacen cosas que eventualmente destruyen las relaciones.
Cuando los hombres tienen esta condición, se conoce como el síndrome del «buen tipo». El manejo del buen tipo es no tratar los problemas de frente. Tiene miedo y solo le importa lo que otras personas piensen de él.
Él hace todo lo posible para para salvar las apariencias e incluso, miente, hasta que un día, toda la ira acumulada estalla de manera anárquica y destruye las relaciones.
La ira no tiene nada de bueno. Cuando la emoción está en su apogeo, su juicio se ve gravemente afectado; a menudo las acciones tomadas resultan ser las peores. Cuando estás lleno de ira, es tu ego el que se ha hecho cargo de la situación, todo se trata de ti.
Pierdes de vista las posibles alternativas de solución; se libera cortisol, que interfiere con la corteza prefrontal del cerebro responsable de la toma de decisiones ejecutivas.
En resumen, te vuelves tonto.
Compasión
«No puedes entender a otra persona, si no te pones en sus zapatos».
Olvídate de los métodos contemporáneos de manejo de la ira, como respirar, contar números o hacer visualizaciones. En una situación crítica, estos no son muy efectivos.
La ira es básicamente un defecto de carácter.
Cuando nos negamos a consentir a nuestro ego y aprendemos a soltar el apego a uno mismo, la ira nunca es un problema.
Ten en cuenta que existe la indignación justa que surge cuando vemos un acto ruin, pero no estamos hablando de eso y no, no todos tus problemas de ira caen dentro de la justa indignación.

El budismo enseña a cultivar la compasión. La compasión te ayuda a ver el sufrimiento de otras personas.
Tu manejo de la ira debe comenzar mucho antes de que llegues al escenario real. Siempre debes esforzarte por mantener una mente de ecuanimidad y amabilidad.
Mantener este estado garantiza que no pierdas el equilibrio cuando realmente se produce un conflicto.
Entonces, durante el momento de tensión, trata de pensar en la situación desde el punto de vista de la otra persona. Imagínate su sufrimiento; las situaciones diarias que tienen que atravesar y las innumerables miserias en su vida que hacen que actúe de esta manera hacia ti y los demás.
Cuando tienes esta perspectiva, tiendes a dar un paso atrás y a resolver el problema sin involucrar a tu ego.
Tus sentimientos ya no importan, y eso es bueno porque el problema ahora se puede resolver. Si involucras tus sentimientos, sumas otro problema, al problema existente, complicando la situación.
La mayoría de las cosas que nos molestan realmente no importan. Mantén esto en mente.
David Lieberman dice:
«El grado en que podemos sacarnos de la ecuación es el grado en que podemos manejar nuestra ira».
Recuerda, muchas personas han trastocado sus vidas con solo un incidente de estallido de furia. No pongas en peligro tu vida y la de tu familia con tus descontroladas emociones.
Se justo
Exprésate adecuadamente, establece tus límites, di que no cuando llegue el momento, así las personas con las que tratas sabrán exactamente adónde estás parado y qué esperar de ti.
No hay ambigüedades. Es difícil hacer frente a tus principios cada vez, pero cuando lo haces así, la vida te resulta mucho más fácil y simple de manejar.
Se necesita una cierta cantidad de voluntad, pero uno mejora en esto. Y las personas a tu alrededor sufrirán menos por ello. Tener razón no significa complacer tus sentimientos o tu ego, significa hacer las cosas apropiadamente.
Intenta seguir estos dos métodos para desarrollar tu carácter, compasión y rectitud y pronto encontrarás que la ira es un problema fácilmente manejable.